Forget.

¿Sabes lo mucho que duele sentir ésto?, no, claro que no. Cómo va sa saberlo. Nunca has sentido ese vacío, esas ganas increíbles de echarte a llorar en cuanto miro a cualquier lado y me doy cuenta de que en cada puto rincón de mi habitación he estado contigo, en todos los rincones he sonreído contigo, he llorado, miro las putas sábanas de mi cama y me acuerdo de cuántas veces las revolvimos aquellas tardes que sólo eran nuestras. Creo escuchar aún cada uno de tus suspiros, de tus te quiero susurrados al oído, de tus diálogos que tantas sonrisas y lágrimas me arrancaban. No sé cómo explicártelo. Supongo que es culpa de la esperanza. Sí, de esa que no quiere perderse porque es lo último que me queda y lo único que me aferra a ti. La esperanza. Esa que corre por mi estómago cada vez que doblo la esquina de mi calle y realmente espero verte ahí sentado como hacías antes, o que estés esperándome apoyado en aquella pared en la que tantas veces nos amamos hasta hartarnos. Sí, la esperanza. Esa que me hace despertar con miedo todos los días por si te vuelvo a ver, y vuelvo a sentir unas ganas increíbles de llorar por el hecho de que su amiga la impotencia no me deja ir corriendo a darte un abrazo. Uno de esos que me hacen sentir bien. Pero no, ya no están. Ni tus besos, ni tus abrazos, ni tus falsos te quiero. Ahora de ti, sólo me queda tu amiga la indiferencia. Sí, esa que tantos días consigue que te odie y que tanto dolor me suele causar en el pecho. Esa a la que tantas veces tengo ganas de matar, pero que no puedo por el hecho de que no la veo, ni la oigo, a penas persivo cuándo aparece, pero siento cuándo decide quedarse. No sé cuándo ni cómo ni por qué, pero lo haré. Lo juro, JURO que conseguiré olvidarte.